El cine latinoamericano alcanza la totalidad del actual festival, cuyas principales secciones se han inclinado respetuosas ante varios títulos procedentes de Latinoamérica, o con tema muy relacionado con estas tierras
18 de mayo de 2008
Para acallar críticas a ediciones anteriores (respecto a la manera en que se menospreciaban las mejores películas latinoamericanas) y con el fin de ponerse más a tono con lo más interesante y desconocido del acontecer cinematográfico mundial, las autoridades que gobiernan la edición 61 del Festival internacional de Cannes decidieron que su filme inaugural fuera Blindness, adaptación cinematográfica de Ensayo sobre la ceguera, hablada en inglés, producida mayormente entre Canadá y Brasil, protagonizada por Julianne Moore, Mark Ruffalo, Danny Glover y Gael García Bernal, y dirigida por el brasileño Fernando Meirelles, el afamado autor de Ciudad de Dios.
Cinco o seis años atrás, en la época en que aquella película estremecedora sobre la violencia en las favelas cariocas conmovía a medio mundo, Meirelles aseguraba que Cannes ignoraba «la nueva ola del cine latinoamericano». El gesto de desagravio, que ojalá trascienda la presente temporada, alcanza la totalidad del actual festival, cuyas principales secciones (competencia oficial, Una cierta mirada, Semana de la Crítica) se han inclinado respetuosas ante varios títulos procedentes de Latinoamérica, o con tema muy relacionado con estas tierras.
¿Exotismo coyuntural y ansias de pintoresquismo y folclor? ¿Falso paternalismo de gente rica que regala migajas? ¿Fidelidad al ecumenismo europeo y a los ideales siempre modernos de Liberté, Égalité y Fraternité? Un poco de todo. Pero el caso es que Gilles Jacob, presidente del Festival, ha celebrado la importante presencia del cine latinoamericano en el certamen:
«Da gusto que un continente emerja de nuevo —declaró a la agencia EFE como si fueran cosas de hoy mismo los acontecimientos registrados en el cine latinoamericano desde finales de los años 90—, la muestra está muy identificada con México, Argentina y Brasil, pero en medio de todo esto se puede sentir una ebullición muy importante, y sobre todo los jóvenes directores parecen muy prometedores».
Para Gilles Jacob, esta vitalidad del cine latinoamericano ilustra «una cultura que amamos y que es un placer que esté en Cannes, venga de Brasil, Argentina u otros países, a la espera de que vengan también filmes de Perú o de Chile».
A la espera de que lleguen tales milagros, Brasil y Argentina están en competencia por la Palma de Oro. El realizador de Estación central y Abril despedazado, Walter Salles, en codirección con Daniela Thomas, concursa con Linha de passe, road movie sobre varios hermanos de una familia pobre, que buscarán cumplir sus sueños y salir adelante en medio de una situación más que compleja.
Argentina logró colar nada menos que dos títulos en la superselectiva clasificación. El Deseo, la productora de los hermanos Almodóvar, financia La mujer sin cabeza, de Lucrecia Martel, la historia de una mujer que, después de pasar la tarde en la piscina con unas amigas, conduce de vuelta a casa y en el trayecto golpea algo, o a alguien. Aturdida y asustada, sigue adelante. La aparición del cadáver de un adolescente en las proximidades de donde tuvo su percance, la hace dudar de si no fue ella misma quien lo atropelló.
La otra película argentina en competencia es Leonera, de Pablo Trapero, un drama carcelario protagonizado por la esposa y productora del director, Martina Gusman, quien hace el papel de una mujer embarazada, condenada a prisión, que deberá aprender lo que significa ser madre y criar a su hijo detrás de las rejas.
A diferencia de Lucrecia Martel y de Walter Salles, quienes ya tomaron parte en Cannes con La niña santa y Diarios de motocicleta, respectivamente, Trapero está por primera vez en busca del premio, por más que se le deban títulos de muy alto interés para el cine regional como Mundo grúa, El bonaerense o Nacido y criado.
En busca de los premios principales está también Che, el filme norteamericano de Steven Soderbergh de cuatro horas, conformado por dos grandes partes, Guerrilla y El argentino, donde el boricua Benicio del Toro interpreta a Ernesto Guevara en un relato biográfico que trasciende los años juveniles, ya cronicados por Walter Salles en la mencionada Diarios de motocicleta. Además, se confirmó la participación del documental Maradona, realizado por el célebre cineasta serbio Emir Kusturica, quien fue a Cuba mientras estaba realizándolo con vista a recoger testimonios.
La sección Un certain regard también arropa al cine latinoamericano con la presencia de las óperas primas brasileñas A sesta da menina morta y Afterschool, y Los bastardos, del mexicano Amat Escalante. Además, Argentina, Uruguay y Chile marcaron también en la prestigiosa Quincena de Realizadores, cuyo director Olivier Père declaró a ANSA que «la prueba de la buena salud del cine latinoamericano está no solo en los varios títulos que destacan por la fuerza, el coraje y la independencia de sus autores».
En ese espacio clasificaron Liverpool, coproducción franco-germano-argentina de Lisandro Alonso; Acné, del uruguayo Federico Veiro, en coproducción con Argentina y México; el chileno Pablo Larrain con la coproducción entre Chile y Brasil titulada Tony Manero, y el argentino Pablo Agüero, con la coproducción argentino-franco-alemana Salamandra. De la Quincena de los Realizadores saldrá el ganador del jugoso premio Cámara de Oro, otorgado al mejor debut.
El desfile de latinos invadió también la Semana de la Crítica (donde siempre mayorea el cine europeo) con dos títulos, La sangre brota, del argentino Pablo Fendrik, y Desierto adentro, del mexicano Rodrigo Pla. La sangre brota cuenta la historia de un taxista que debe conseguir mil dólares en menos de 24 horas, mientras que Desierto adentro —premiada prolijamente en el reciente festival de Guadalajara—, es la historia de una saga familiar bajo una maldición.
Además de las cintas latinoamericanas presentes en la competencia, en Una cierta mirada, en la Quincena de los Realizadores y la Semana de la Crítica, tampoco fueron ajenas al impacto la competición de cortometrajes y la Cinéfondation. Dos de los nueve cortos en competición son el uruguayo Buen viaje y el mexicano El deseo, y de las 17 obras realizadas por escuelas de cine de todo el mundo fueron seleccionadas El reloj, de la Universidad del Cine de Buenos Aires, y O som e o resto, enviada por la Escola do Cinema Darcy Ribeiro.
Fuera de competencia está el más famoso y celebrado de los actores españoles, nuevamente hablando en inglés. Javier Bardem —de quien acabamos de ver en Cuba su oscarizada No country for oldmen, y conoceremos en este mes de mayo su criticada Amor en tiempos del cólera— presente en Cannes, acompañado por Penélope Cruz, y representando ambos Vicki Cristina Barcelona, el más reciente filme de Woody Allen, quien fatigado del escaso interés que despierta su cine en el público, y entre los productores norteamericanos, ha continuado su carrera desde diversas ciudades europeas.
En el jurado oficial, en tanto, se incluye el mexicano Alfonso Cuarón, quien comparte la tarea de decidir los premios del festival con Sean Penn (presidente), la actriz norteamericana Natalie Portman, y la rumano-alemana Alexandra Maria Lara, el italiano Sergio Castellitto, el francés Rachid Bouchareb y el director tailandés Apichatpong Weerasethakul.
Y ya termino. Pero debo mencionar antes del punto final —por si el lector todavía no se ha enterado con los miles de artículos que se han destinado a promocionar estos asuntos— que en Cannes tiene su premier mundial, fuera de competencia, Indiana Jones y el reino de la Calavera de Cristal, de Steven Spielberg, con el veterano Harrison Ford, y que también compiten los nuevos filmes de consagrados como el norteamericano Clint Eastwood (Changeling, protagonizada por Angelina Jolie), los belgas Jean-Pierre y Luc Dardenne (Le silence de Lorna), el alemán Wim Wenders (The Palermo Shooting) y el canadiense Atom Egoyan (Adoration), todos ellos ampliamente reconocidos en anteriores ediciones de este evento.
Ya veremos si en el reparto de los premios, y de la atención de los medios, consigue Latinoamérica la añorada visibilidad de sus otredades. De cualquier modo, el Cannes de este año parece un buen paso en ese sentido.
Centro cultural Alberto BlestGana
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